En el número del mes de desembre de Vinos y Restaurantes signo un ampli reportatge sobre una de les caves més prestigioses: Recaredo.
El legado más valioso de Recaredo
RAMON FRANCÀS
Quien es auténtico, escribió Jean
Paul Sartre, asume la responsabilidad por ser lo que es y se reconoce libre de
ser lo que es. En Recaredo son muy auténticos y creen, como Aristóteles, que lo que con mucho trabajo se
adquiere, más se ama. En estas históricas cavas han festejado recientemente de
forma esplendorosa el 50 aniversario de uno de los grandes espumosos del
planeta: el Reserva Particular de Recaredo. El prestigioso sumiller Josep Roca
y el vibrante pianista y compositor cubano Omar Sosa maridaron con maestría
seis longevas joyas históricas de la enoteca de las cavas (2001, 1999, 96, 93,
91 y 1984!). Intimismo, emoción, delicadeza, poesía y elegancia se conjugaron
en la penumbra de las cavas en un acto sublime celebrado el pasado 15 de
octubre. Durante la cata se mostró un mismo hilo conductor: elegancia, finura,
profundidad, mineralidad, frutos secos, sequedad, seriedad, buena acidez y
perdurabilidad, un carbónico diminuto pero vivaz que chasquea y una frescura y
una viveza sorpresivas en unos cavas tan longevos. La arruga es bella. Sin
hacer nunca mucho ruido y desde la humildad, desde el callado esfuerzo y la
tenacidad, Recaredo se ha convertido en un referente innegable entre los
mejores vinos espumosos del mundo. Hoy, como se recuerda desde estas cavas de
la calle Tamarit de Sant Sadurní d’Anoia, Recaredo es la única casa del mundo
que elabora exclusivamente brut nature de añada y de larga crianza con uvas
procedentes de viñedos propios, ecológicos y biodinámicos.
Pero
más que celebrar el medio siglo de trayectoria de un emocionante cava, se quiso
rendir homenaje a los orígenes de Recaredo; a Josep y Antoni Mata y a Josep
Matas Capellades, quien fundó en 1924 unas cavas cuyas galerías se construyeron
a pico y pala. Josep y Antoni Mata Casanovas han dejado escrito, con motivo de
esta memorable celebración, que “vocación, constancia y dedicación fueron el
legado más valioso de muestro padre, junto con el entusiasmo de quien cree con
firmeza en aquello que hace”. Añaden que “sobre estos pilares bien sólidos, la
segunda generación de la familia hemos aportado nuestras inquietudes y
conocimientos, a la vez que hemos mantenido viva la esencia de Recaredo, fieles
a un estilo directo y honesto que no renuncia a la elegancia de la discreción”.
“Si
no mejoras, empeoras” aleccionaba el fundador de las cavas Recaredo a su hijo
Antoni. Hoy “queda mucho por hacer”, pero no quieren crecer por crecer y
hacerse grandes en volumen. Solo anhelan seguir mejorando la calidad y “ser
capaces de emocionar”, afirma Antoni. También apunta que no hacen vinos ni
cavas de “impacto”. Más bien buscan la elegancia y la sutileza apostando por la
longevidad. Reconoce que hace 40 años atrás no imaginaba que Recaredo llegaría
tan lejos en cuanto a prestigio. “Ojala mi padre lo hubiera visto”, confiesa
Antoni. Su hijo Ton, tras decidir regresar a las cavas después de cursar
estudios de aeronáutica en Madrid, ha recogido el testigo familiar con la
obsesión de “intentar transmitir un paisaje con transparencia”. Para Ton, la
historia y la tradición solo son “herramientas de conocimiento para
evolucionar”, y asegura firmemente que en Recaredo no son “inmovilistas”. No
quieren, pues, que la historia y la tradición sean “losas que no nos dejen
mover”. Sí que quisiera, sin embargo, mayores cotas de prestigio para el sector
del cava, y defiende abiertamente que en las etiquetas de las botellas se
identifique aquellos elaboradores que vinifican sus uvas. También quisiera,
pese a reconocer que es una voluntad algo utópica, poder disponer de “un nombre
propio potente, sin apellidos”, para identificar los orígenes de cavas como los
de Recaredo. Antoni ya ha empezado a pensar en el centenario de Recaredo, que
festejarán en el 2024. Entonces, de llegar, sumará 82 años. En la entrada a las
cavas está colocando estos días 88 botellas en representación de los 88 años de
trayectoria de estas cavas de Sant Sadurní. Dejará espacio para 12 botellas
más. La del centenario será, como no podría ser de otra forma, una botella muy
especial.
En
Recaredo, donde apuestan decididamente por la agricultura ecológica y por la
cosmogonía biodinámica, han empezado a ensayar la tracción animal en unas viñas
a las que quieren devolver el equilibrio natural. Lo de labrar con caballo,
asno o mula, que desde hace ya varios años se realiza en el Priorat (Álvaro
Palacios, Fredi Torres de Saó del Coster, René Barbier de Clos Mogador, Pere y
Marta Rovira de Viticultors Mas d’en Gil…), en Burdeos (como en Château
Pontet-Canet), en Madrid (Bernabeleva o Comando G), en el Bierzo (Raúl Pérez es
un gran referente), en la Ribera del Duero (como en Kirios de Adrada) o en la
viña de xarel·lo de la que nace el gran cava Turó de’n Mota de Sant Sadurní
d'Anoia, parece que va ganando adeptos.
En
Recaredo el hecho de volver a trabajar con caballo “nace de muchas inquietudes
y reflexiones”. De momento están trabajando con caballo las viñas más viejas en
una fase de investigación y reflexión. Aunque reconocen que “cada vez somos más
racionales y minimizamos el uso del tractor, éste continúa siendo una
herramienta esencial para nuestro trabajo”. Ton Mata, director de Recaredo,
explica que la tracción animal ayuda a no compactar el suelo, por una razón de
distribución del peso y sobre todo por que no hay vibración. Afirma que “el
peso del tractor y la presión que hace si consideramos la superficie de las
ruedas, es muy parecida al peso del caballo relacionado con la superficie de la
pezuña. Pero el factor más importante es la vibración, dado que la vibración es
la que compacta. El caballo no vibra mientras que el tractor sí. Si tenemos
menos vibración, tenemos menos compactación, suelos con más oxígeno y con un
20% más de vida microbiana”. Ton Mata recuerda que el tractor emite gases a la
atmósfera y que, por lo tanto, el trabajo con tracción animal es más respetuoso
en términos medioambientales. También apunta que el caballo les permite entrar
a la viña en momentos como por ejemplo justo después de una lluvia, lo cual con
el tractor no sería posible. En Recaredo consideran que el caballo es mucho más
versátil que el tractor” y que la labranza con tracción animal “puede ser un
trabajo muy preciso y muy fino que difícilmente podríamos hacer con un
tractor”. Incorporar el factor animal en un cultivo, como parte de la
biodiversidad y para ayudar a equilibrar las redes del ecosistema, interesa
particularmente a Ton Mata, para quien “la relación que se establece entre
hombre, viñas y caballo permite un conocimiento más profundo del estado de la
tierra y de como la acción del hombre es capaz de modificarlo”. El trabajo con
el caballo también le permite “reflexionar sobre el pasado, el presente y el
futuro de la agricultura, de la sostenibilidad, del porque hacemos las cosas de
una determinada manera, nos ayuda a darnos cuenta de que lo que creíamos que
eran soluciones definitivas, a largo plazo traen muchas veces efectos
secundarios demoledores”.
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