Avui, dia de Nadal, El Confidencial (http://www.elconfidencial.com/opinion/matacan/2012/12/25/boicot-al-cava-10452/), la publicació que s'anuncia com 'El diario de los lectores influyentes', publica un article signat per Javier Caraballo on se'ns explica que en una parada d'un mercat de Sevilla on serveixen ostres han canviat el cava català per un d'extremeny i que, des que ho han fet, la cosa els va millor. L'autor acaba desitjant, però, que es desterrin les ires que mouen boicots com el que es fa al cava. Molts són els qui pensen, però, que parlar del boicot, encara que sigui per censurar-lo, no fa més que alimentar-lo. Què en pensen?
Boicot al cava
En el mercadillo navideño de una capital andaluza, un
puesto de ostras anuncia con un gran cartel que el cava que sirven es de
Extremadura. "Para nosotros -explica el dueño del local- ha sido una
gran sorpresa porque, desde el primer día, se acercaban clientes y, antes de
pedir nada, nos preguntaban de dónde era el cava. 'De Cataluña, claro', les
contestábamos y ahí se acababa la conversación; al instante se levantaban de la
mesa. ‘No queremos productos catalanes. ¿No quieren la independencia? Pues que
les den...’ Tantos clientes llegaron con la misma cantinela que, antes de que
el negocio se fuera al traste, el propietario del puestecito de ostras y cava
decidió cambiar el cava catalán por uno extremeño. Y todo comenzó a funcionar
con normalidad, ya no hubo más desplantes”.
¿Sólo una anécdota? Es de esperar, sí, que sólo haya sido la fatal
coincidencia de unos tipos, en el mismo bar, la misma semana y la preocupación
lógica del propietario. "Tiene que ser una coincidencia", le explico
al dueño. "Lo normal es que la gente no sea así; se puede estar en contra
del nacionalismo catalán, pero sin llevarlo a esos extremos. Aunque en
España somos muy dados a ese tipo de agravios internos. A algunos, por
ejemplo, les molesta oír a su lado a alguien hablando catalán, pero les fascina
un grupo de italianos, de franceses o de ingleses, de forma que es inimaginable
que nadie conteste en catalán pero, ante los otros, se esforzarán hasta el
ridículo con la lengua extranjera. Como esas ostras que traes, que son de
Bretaña o de Normandía, y nadie se escandalizará porque no consumamos ostras
españolas. Se fijarán sólo en la calidad, no en la procedencia. Y ese debe ser
el único criterio, claro". El dueño del bar asiente, pero no le veo muy
decidido. Sigue convencido de que el personal está muy quemado con Cataluña y
no piensa volver a comprar cava catalán. "¿Cava? De Huelva o de
Extremadura, que además son más baratos".
De vuelta a casa, he encendido el ordenador para conocer si alguien ha
puesto en marcha, como en otros años, una campaña de boicot a los productos
catalanes y me sorprendo en Google porque cuando sólo se han tecleado las
cuatro primeras letras de la palabra ‘boicot’, el sistema ya remite a una lista
interminable de páginas sobre el boicot a los productos catalanes. El
boicot no se refiere a ninguno otro, sólo ‘boicot a los productos catalanes’.
Entre las muchas referencias, una reciente que informa de una aplicación de
móvil para poder identificar los productos que vienen de Cataluña. Y luego,
muchas más. ¿Qué está pasando?
En Cataluña -dice un amigo de Barcelona- ya
no hay debate, Con los compañeros de trabajo, con los amigos, con la familia…
Ya no se puede dialogar porque el deseo de independencia lo justifica todo, lo
tapa todo. Pasan los días y coincido en una cena de
Navidad con un amigo de Barcelona que se muestra abatido. “En Cataluña -dice-
ya no hay debate. Con los compañeros de trabajo, con los amigos, con la
familia… Ya no se puede dialogar porque el deseo de independencia lo
justifica todo, lo tapa todo”. Y añade que el discurso único que se ha
instalado en la mayoría de la sociedad catalana suele repetir la consigna que
resuena en muchos parlamentos, en muchos artículos de prensa, en muchos foros:
“El problema no lo tiene Cataluña, lo tiene España; España tiene que seducir a
Cataluña sí no quiere la confrontación de trenes. La realidad es la que es,
Cataluña se ha hartado de España”.
Realidades confrontadas que no se entienden ni se escuchan; ni unas ni
otras. Cada cual puede armarse de razones para confrontar con el otro, y ese
debate siempre se proyecta como una extensión al infinitito. Yo sé que fuera de
Cataluña la reivindicación y el agravio independentista sólo se explican como
un lamento de ricos. Yo sé que la historia independentista es inventada, que
sólo existe una historia común en España a lo largo de tres milenios. Y sé
también de muchos catalanes que sólo aspiran a vivir con su identidad, sin
cortapisas. Entre unos y otros se ha instalado el boicot, la rabia, el
desencuentro; realidades fomentadas por radicalismos que construyen su día a
día con esa espiral de odio irracional que ya existe, que ya se palpa en la
calle. Se mire por donde se mire, no existe final feliz en esas dinámicas. Que
no. Pero, por una vez, seamos inocentes, confiados, y pensemos que llegará el
día en el que todo se vuelva lógico, racional. Que uno de estos días, en el
atril de algún parlamento, un dirigente político repita aquellas palabras de Azaña
en la solemne tribuna del Congreso de los Diputados: “Me he impuesto la
disciplina, el deber y el sacrificio de tragarme mis sentimientos personales,
mis inclinaciones y mis devociones más íntimas, para inmolar todo lo que es
personal en aras del servicio público”.
¿Boicot al cava? ¿Odio a España? Con la inocencia de estos días de Navidad,
soñemos con la inmolación de las pasiones irracionales. Desterremos esas iras.
Lo de Azaña, inmolar todo lo que es personal en aras del servicio público, que
somos todos, que eres tú, que soy yo. Es eso, sí. Lo demás sólo nos conduce al
abismo.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada