Aquest mes d'abril publico a la revista Vinos y Restaurantes un article de fons sobre la viticultura al Penedès. Quina opinió us mereix?
Podando en el Penedès
RAMON FRANCÀS
Son las ocho menos cuarto de la gélida mañana del pasado 12 de marzo. Me he tenido que levantar a las seis y media para llegar a Casa Sala, en Sant Quintí de Mediona (Alt Penedès), donde se elaboró la primera botella del líder mundial de vinos espumosos, Freixenet. He quedado con Antonio Gili para podar con uno de sus veteranos equipos de viticultores. Mi objetivo es ampliar mis conocimientos sobre viticultura con una sesión práctica dirigida por expertos. Algunos de ellos han trabajado en los viñedos toda su vida. La mayoría hace ya más de tres décadas que poda las vides de Freixenet. Pasan pocos minutos de las ocho de la mañana cuando llego a un paraje de altura de Mediona a caballo de las comarcas del Alt Penedès y Anoia. Es una de las fincas de las 240 hectáreas que trabaja Antonio Gili. Me deja con su equipo de veteranos podadores. Me los encuentro intentando entrar en calor con chispeantes troncos y ramas de pino y alguna que otra vid a los que han prendido fuego con la ayuda de gasóleo. Hace frío, mucho frío. Todo el mundo está tapado hasta las orejas. El termómetro friega los 0 grados. Por todos sitios hay más de un palmo de nieve acumulada desde la gran nevada que sufrió Catalunya el 8 de marzo. Nadie recordaba haber trabajado en una viña del Penedès con tal acumulación de nieve y hielo. Nuestras botas se hunden en el blanco manto de una viña emparrada de parellada (en esta zona también se refieren a esta variedad de uva blanca como montòneg) plantada hace poco más de 20 años. Hay algunas faltas. Se nota que muchas de las vides han sufrido por las continuadas sequías y también por el frío. Alguno de sus brazos ha fenecido. Una quincena de hombres armados con tijeras eléctricas cuyas baterías aguantarán las ocho horas de trabajo que quedan por delante iniciamos la jornada. Es una viña de uvas que se destinarán a la elaboración de cava. Pese a ello, se busca la máxima calidad. La poda, pues, debe ser corta. Eliminamos los sarmientos para dejar sólo tres brotes por brazo con dos yemas, más la ciega. Sobre la nieve virgen vamos acumulando los sarmientos cortados que recogerán con una máquina para ser triturados. El trabajo es duro. Requiere mucha experiencia y atención. Hay que estar muy pendiente. Pese a ello, es inevitable que acabes cortando algún que otro cable del emparrado. A pesar del frío que paraliza los pies, al rato de empezar a trabajar ya no parece que el ambiente sea siberiano. Eso sí, el paisaje parece más propio del Pirineo que no de la comarca barcelonesa del Alt Penedès. Los viticultores más expertos me insisten en la importancia de la poda a la hora de diseñar un buen vino o cava. A las nueve y media hacemos el primer alto en el camino para desayunar. Regresamos junto a las brasas para calentarnos. Todo el mundo lleva bocadillos envueltos en papel de aluminio que son lanzados a las brasas. Dicen que así, calientes, están más buenos. Abrimos una botella mágnum del tinto Avgvstvs VI, de la DO Penedès, para ayudar al bocadillo a llegar a los estómagos. Tras comer una pieza de fruta volvemos a la viña intentando no resbalar. Retomamos al trabajo mientras me cuentan que todos los trabajadores -los marroquíes exactamente igual- cobran lo mismo: 1.200 euros brutos mensuales. Muchos, preocupados, preguntan mi opinión sobre el futuro del sector y el del Penedès. Ya saben que ninguno de sus hijos continuará con un trabajo que ya realizaban sus abuelos y bisabuelos. La sensación de pesimismo es acusada. No ven nada claro el futuro mientras les duele en el alma ver como las labores en las viñas pierden a sus trabajadores más profesionales. Se está empezando a perder un oficio ancestral. A las once de la mañana llega el segundo descanso antes de continuar hasta la una del mediodía. Por la tarde trabajarán tres horas más. Los dejo agradecido por una vivencia impagable pero con una sensación agridulce, ya que veo como el viticultor de toda la vida es una raza en extinción. En Mesnil-sur-Oger, en la commune situada en el departamento de La Marne de la Champagne, un payés con una sola hectárea de buen chardonnay puede conducir un Mercedes. En el Penedès, un viticultor con una hectárea debe pedir limosna en la puerta de la iglesia para llegar a final de mes.
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