Al número de febrer de Vinos y Restaurantes m'acosto a la problemàtica del canvi climàtic en el món del vi. Què en penseu vosaltres?
El vino se calienta
RAMON FRANCÀS
No pocas bodegas parecen haberse tomado en serio su contribución medioambiental. Las iniciativas que se llevan a cabo son encomiables, pese a que la mayoría de las bodegas intenta sacar partido mediático a sus esfuerzos. Una de las compañías que más se ha significado en la lucha contra el cambio climático es Torres. No en vano la publicación inglesa Drinks Business ha incluido a Torres como la primera bodega en su Green List (lista verde). La lista está formada por 50 personas, organizaciones y empresas de todo el mundo que destacan por su contribución y compromiso en temas medioambientales. De hecho, Torres se ha convertido en la primera compañía vitivinícola del mundo en desarrollar una planta capaz de fijar el CO2 procedente de los procesos de fermentación del vino y convertirlo en materia orgánica que podría tener aplicaciones tanto como abono como para producir biocombustible. Han recurrido a una tecnología prehistórica para contribuir a resolver el problema de las emisiones de CO2 a la atmósfera. Esta tecnología con estas microscópicas algas es la punta del iceberg de los esfuerzos de Torres para contribuir a minimizar los efectos del cambio climático. De hecho, aseguran que “no hay buen vino que no respete la naturaleza”. El presidente de la compañía, Miguel A. Torres, se llega preguntar ¿qué pensarían nuestros hijos y nietos si no hiciéramos nada ante el cambio climático? Este grupo vitivinícola que afirma que “la calidad comienza en el medio ambiente” invierte 10 millones de euros en 10 años en medidas medioambientales, que van desde la reforestación, la protección del águila perdicera y el cóndor o la mejora de procesos de tratamiento de las aguas residuales con bioreactores de membrana a la utilización de una flota comercial de un centenar de vehículos híbridos o una furgoneta eléctrica para repartir en Barcelona. También están instalando placas fotovoltaicas para obtener hasta un 15% de sus necesidades de energía eléctrica y están reduciendo el peso de las botellas de sus vinos.
Por su parte, Castillo Perelada del Empordà junto con Mas Martinet del Priorat y Domaine de Cabasse de la Provenza están trabajando, en el marco del proyecto Life Priorat, para elaborar un manual de buenas prácticas ambientales en viticultura de montaña que seguirá las recomendaciones de la Carta del Paisaje Europeo y que servirá de guía a las bodegas de toda Europa que producen en este tipo de entornos. La iniciativa pretende reducir al máximo el impacto en el paisaje, el suelo y los cursos de agua, sin renunciar por ello a seguir obteniendo uvas que permitan elaborar vinos de calidad excepcional.
El progresivo adelantamiento de las vendimias, la obtención en las zonas más calurosas de uvas descompensadas por una maduración y un grado alcohólico excesivo, la falta de complejidad aromática, un mayor riesgo de proliferación de nuevas enfermedades en las viñas o una menor acidez de las uvas (lo cual es especialmente preocupante para la elaboración del champán o el cava) son algunas de las anunciadas consecuencias que se ciernen sobre el vino con el cambio climático. Se calcula que en el próximo medio siglo la temperatura continuará subiendo, un promedio de 2,04º C en las regiones vitivinícolas, siendo los cambios más drásticos en el sur de Portugal y España (2,85º C más), y los menores en Sudáfrica (0,88º C más). En Catalunya, el calentamiento global está desplazando hacia el norte, hacia el Pirineo, la plantación de no pocos viñedos. Hoy se obtiene vino, con resultados francamente positivos, en zonas donde hasta hace bien poco no había ni una sola vid, como es el caso de los proyectos de Torres o el de Raül Bobet. El global warming permite también que se esté incrementando notablemente la calidad de productos ingleses, como sus espumosos.
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