En el meu article mensual a Vinos y Restaurantes abordo l'espinosa situació del preu del raïm a casa nostra. Si bé és cert que no tots els pagesos, ni de bon tros, són professionals, no menys evident és que la situació per no pagar uns preus justos és força preucupant. Què en penseu? La fotografia és d'Enoturisme Penedès.
Las uvas de la ira
RAMON FRANCÀS
Si azarosa fue la vida que describió John Steinbeck en Las Uvas de la Ira, una novela llevada a la gran pantalla por John Ford donde este humilde campesino narró algunas de sus propias privaciones, no menos preocupante es la situación actual de la viticultura catalana. Una procesionaria de tractores ha recorrido el corazón vitivinícola de Catalunya con más inquietud que nunca durante la complicada última vendimia. Los viticultores ven más que incierto su futuro inmediato. La radicalización del conflicto por un precio digno de la uva y el vino base calificado que enfrenta desde hace mucho a productores y elaboradores, y que llegó a su punto más álgido en 2005, se ha ido diluyendo. Este año los precios han vuelto a bajar hasta límites difícilmente asumibles para unos desmotivados viticultores mientras desde las grandes bodegas se afirma que es preferible bajar precios para poder seguir compitiendo en los mercados mundiales que no verse obligados a despedir a muchos de sus trabajadores. Apenas ha habido este año movilizaciones, más allá de alguna que otra declaración pública para denunciar la situación, por parte de unos derrotados viticultores.
Desde el principal sindicato agrario catalán, Unió de Pagesos, su responsable de la viña y el vino, Joan Santó, entiende que “las industrias agroalimentarias nos toman el pelo y la Generalitat no realiza su papel para evitar la desaparición del sector viticultor”. De hecho, no pocos viticultores han meditado seriamente no vendimiar ante unos precios que aseguran que no llegan a cubrir, en algunos casos, ni siquiera la mitad de sus costes de explotación. Especialmente dramática se ha convertido la situación de los viticultores cuyas uvas tienen como destino una industria del cava que no deja de conquistar, año tras año, nuevos mercados internacionales pese a la creciente dificultad comercializadora por la gran competencia y los grandes excedentes vinícolas mundiales. En el sector del cava se han pagado este año en cooperativas precios de hasta 20 céntimos por kilo (o sea, por cinco kilos de uva pagan menos de lo que cuesta un café en un bar). También situaciones críticas se viven en zonas como la Terra Alta, donde no pocos viticultores empezaron la última vendimia sin haber cobrado aún ni un solo céntimo por la del 2009.Las grandes empresas elaboradoras adquieren entorno al 45% de la producción, las cooperativas un 35% y los broker (chatarreros) un 20%. Según Unió de Pagesos, que cita un estudio realizado en 2005 por organizaciones profesionales agrarias, un kilo de uva de 10º ya tenía entonces un coste de explotación de 0,36 euros (el cálculo se ha realizado para una explotación media: 20 hectáreas con un rendimiento de 12.000 kilos por hectárea). En septiembre del año en que se dio a conocer este estudio de precios una protesta sindical, como se recordará, llevó a viticultores a bloquear la entrada y salida de productos de las plantas de Freixenet, Codorníu y Torres. El objetivo del bloqueo era protestar por el precio que las bodegas les pagan por la uva blanca y el vino destinado a cava. Ahora se calcula que el coste de producción no baja de los 40 céntimos por kilo. Es evidente que es inaplazable y urgente buscar soluciones sólidas que den respuesta de forma sostenida en el tiempo a la grave problemática. De lo contrario, muchos viticultores acabarán abandonando sus viñedos. La sostenibilidad del sector pasa por encontrar puntos de encuentro entre productores y elaboradores. Al viticultor, sin embargo, se le acaba la paciencia tras años viendo como se les paga ostensiblemente por debajo del coste de producción. Sin una justa retribución no se obtendrán unas uvas de calidad que permitan situar a los vinos y cavas catalanes en las más altas cotas de prestigio.
RAMON FRANCÀS
Si azarosa fue la vida que describió John Steinbeck en Las Uvas de la Ira, una novela llevada a la gran pantalla por John Ford donde este humilde campesino narró algunas de sus propias privaciones, no menos preocupante es la situación actual de la viticultura catalana. Una procesionaria de tractores ha recorrido el corazón vitivinícola de Catalunya con más inquietud que nunca durante la complicada última vendimia. Los viticultores ven más que incierto su futuro inmediato. La radicalización del conflicto por un precio digno de la uva y el vino base calificado que enfrenta desde hace mucho a productores y elaboradores, y que llegó a su punto más álgido en 2005, se ha ido diluyendo. Este año los precios han vuelto a bajar hasta límites difícilmente asumibles para unos desmotivados viticultores mientras desde las grandes bodegas se afirma que es preferible bajar precios para poder seguir compitiendo en los mercados mundiales que no verse obligados a despedir a muchos de sus trabajadores. Apenas ha habido este año movilizaciones, más allá de alguna que otra declaración pública para denunciar la situación, por parte de unos derrotados viticultores.
Desde el principal sindicato agrario catalán, Unió de Pagesos, su responsable de la viña y el vino, Joan Santó, entiende que “las industrias agroalimentarias nos toman el pelo y la Generalitat no realiza su papel para evitar la desaparición del sector viticultor”. De hecho, no pocos viticultores han meditado seriamente no vendimiar ante unos precios que aseguran que no llegan a cubrir, en algunos casos, ni siquiera la mitad de sus costes de explotación. Especialmente dramática se ha convertido la situación de los viticultores cuyas uvas tienen como destino una industria del cava que no deja de conquistar, año tras año, nuevos mercados internacionales pese a la creciente dificultad comercializadora por la gran competencia y los grandes excedentes vinícolas mundiales. En el sector del cava se han pagado este año en cooperativas precios de hasta 20 céntimos por kilo (o sea, por cinco kilos de uva pagan menos de lo que cuesta un café en un bar). También situaciones críticas se viven en zonas como la Terra Alta, donde no pocos viticultores empezaron la última vendimia sin haber cobrado aún ni un solo céntimo por la del 2009.Las grandes empresas elaboradoras adquieren entorno al 45% de la producción, las cooperativas un 35% y los broker (chatarreros) un 20%. Según Unió de Pagesos, que cita un estudio realizado en 2005 por organizaciones profesionales agrarias, un kilo de uva de 10º ya tenía entonces un coste de explotación de 0,36 euros (el cálculo se ha realizado para una explotación media: 20 hectáreas con un rendimiento de 12.000 kilos por hectárea). En septiembre del año en que se dio a conocer este estudio de precios una protesta sindical, como se recordará, llevó a viticultores a bloquear la entrada y salida de productos de las plantas de Freixenet, Codorníu y Torres. El objetivo del bloqueo era protestar por el precio que las bodegas les pagan por la uva blanca y el vino destinado a cava. Ahora se calcula que el coste de producción no baja de los 40 céntimos por kilo. Es evidente que es inaplazable y urgente buscar soluciones sólidas que den respuesta de forma sostenida en el tiempo a la grave problemática. De lo contrario, muchos viticultores acabarán abandonando sus viñedos. La sostenibilidad del sector pasa por encontrar puntos de encuentro entre productores y elaboradores. Al viticultor, sin embargo, se le acaba la paciencia tras años viendo como se les paga ostensiblemente por debajo del coste de producción. Sin una justa retribución no se obtendrán unas uvas de calidad que permitan situar a los vinos y cavas catalanes en las más altas cotas de prestigio.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada